DOMINGO DE RAMOS
Domingo, 10 de abril, 2022 a las 12:00PM
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LITURGIA DE LAS PALMAS
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Bendito el Rey que viene en nombre del Señor.
Paz en el cielo y gloria en las alturas.
Oremos.
Asístenos misericordiosamente con tu ayuda, Señor Dios de nuestra salvación, para que entremos con júbilo a la contemplación de aquellos hechos poderosos, por medio de los cuales nos has concedido vida e inmortalidad; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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Himno
Honor, loor, y gloria al Rey y Redentor,
A quien los niños daban hosannas con fervor.
Tú eres Rey de Israel y prole de David,
Quien en nombre de Dios vienés al mundo a redimir.
Honor, loor, y gloria al Rey y Redentor,
A quien los niños daban hosannas con fervor.
El coro de los cielos te alaba con fervor,
El hombre y lo creado también te dan loor.
Honor, loor, y gloria al Rey y Redentor,
A quien los niños daban hosannas con fervor.
Te recibió con palmas el pueblo hebreo fiel,
Nosotros hoy lo hacemos con cánticos también.
Honor, loor, y gloria al Rey y Redentor,
A quien los niños daban hosannas con fervor.
Te dieron alabanzas poco antes de morir,
Nosotros te cantamos reinantes ya sin fin.
Honor, loor, y gloria al Rey y Redentor,
A quien los niños daban hosannas con fervor.
Si ellos te agradaron agrádete también;
Danos la fe sincera, oh tú, clemente Rey.
Honor, loor, y gloria al Rey y Redentor,
A quien los niños daban hosannas con fervor.
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LA LECTURA DEL EVANGELIO
Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas.
Gloria a ti, Cristo Señor!
Jesús siguió su viaje a Jerusalén. Cuando ya había llegado cerca de Betfagé y Betania, junto al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: —Vayan a la aldea que está enfrente, y al llegar encontrarán un burro atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle que el Señor lo necesita. Los discípulos fueron y lo encontraron todo como Jesús se lo había dicho. Mientras estaban desatando el burro, los dueños les preguntaron: —¿Por qué lo desatan? Ellos contestaron: —Porque el Señor lo necesita. Y poniendo sus capas sobre el burro, se lo llevaron a Jesús y lo hicieron montar. Conforme Jesús avanzaba, la gente tendía sus capas por el camino. Y al acercarse a la bajada del Monte de los Olivos, todos sus seguidores comenzaron a gritar de alegría y a alabar a Dios por todos los milagros que habían visto. Decían: —¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Entonces algunos fariseos que había entre la gente le dijeron: —Maestro, reprende a tus seguidores. Pero Jesús les contestó: —Les digo que si éstos se callan, las piedras gritarán.
El Evangelio del Señor.
Te alabamos, Cristo Señor.
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LA BENDICIÓN DE LAS PALMAS
El Señor sea con ustedes.
Y con tu espíritu.
Demos gracias a Dios nuestro Señor.
Es justo darle gracias y alabanza.
Es justo alabarte, Dios omnipotente, por los hechos de amor, mediante los cuales nos has redimido por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. En este día entró triunfalmente en la santa ciudad de Jerusalén, y fue proclamado Rey de reyes por los que extendieron sus mantos y tendieron ramas de palmera por el camino. Haz que estos ramos sean para nosotros signo de su victoria, y concede que quienes los llevamos en su nombre le aclamemos siempre como nuestro Rey y le sigamos por el camino que conduce a la vida eterna; quien vive y reina en gloria contigo y el Espíritu Santo, ahora y por siempre. Amén.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en las alturas.
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La Procesión
Salgamos en paz.
En nombre de Cristo. Amén
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HIMNO
(busca la letra ariba)
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Dios todopoderoso, cuyo muy amado Hijo no ascendió al gozo de tu presencia sin antes padecer, ni entró en gloria sin antes ser crucificado: Concédenos, por tu misericordia, que nosotros, caminando por la vía de la cruz, encontremos que ésta es la vía de la vida y de la paz; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
LITURGIA DE LA PASIÓN
El Señor sea con ustedes.
Y con tu espíritu.
Oremos.
Dios omnipotente y eterno, en tu tierno amor hacia el género humano, enviaste a tu Hijo nuestro Salvador Jesucristo para asumir nuestra naturaleza, y padecer muerte en la cruz, mostrándonos ejemplo de su gran humildad: Concédenos, en tu misericordia, que caminemos por el sendero de su padecimiento y participemos también en su resurrección; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
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LA PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro de Isaías.
El Señor me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento. Todas las mañanas me hace estar atento para que escuche dócilmente. El Señor me ha dado entendimiento, y yo no me he resistido ni le he vuelto las espaldas. Ofrecí mis espaldas para que me azotaran y dejé que me arrancaran la barba. No retiré la cara de los que me insultaban y escupían. El Señor es quien me ayuda: por eso no me hieren los insultos; por eso me mantengo firme como una roca, pues sé que no quedaré en ridículo. A mi lado está mi defensor: ¿Alguien tiene algo en mi contra? ¡Vayamos juntos ante el juez! ¿Alguien se cree con derecho a acusarme? ¡Que venga y me lo diga! El Señor es quien me ayuda; ¿quién podrá condenarme?
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
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SALMO
Salmo 31: 9-16
Ten misericordia de mí, oh Señor, que estoy en angustia; *
se han consumido de tristeza mis ojos, mi garganta también y mi vientre;
Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; *
se agotan mis fuerzas a causa de mi aflicción, y mis huesos se han consumido.
De todos mis enemigos he sido oprobio,
y de mis vecinos mucho más, y pavor a mis conocidos; *
los que me ven fuera huyen de mí.
He sido olvidado como un muerto,
desechado de toda memoria; *
he venido a ser como un vaso quebrado.
Porque he oído el cuchicheo de muchos;
“por todos lados hay miedo”; *
consultan juntos contra mí; conspiran para quitarme la vida.
Mas yo en ti confío, oh Señor; *
dije: “Tú eres mi Dios.
En tu mano está mi destino; *
líbrame de la mano de mis enemigos,
y de mis perseguidores.
Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; *
sálvame por tu misericordia”.
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LA SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Carta de San Pablo a los Filipenses
Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús, el cual: Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. Por eso Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres, para que, ante ese nombre concedido a Jesús, doblen todas las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
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Himno
Cristo te necesita para amar, para amar,
Cristo te necesita para amar.
Al que sufre y al triste, dale amor, dale amor.
al humilde y al pobre, dale amor.
No te importen las razas ni el color del piel,
Ama a todos como hermanos y haz el bien. (bis)
Al que vive a tu lado, dale amor, dale amor,
al que viene de lejos, dale amor.
Al que habla otra lengua, dale amor dale amor,
al que piensa distinto, dale amor.
No te importen las razas ni el color del piel,
Ama a todos como hermanos y haz el bien. (bis)
Al amigo de siempre, dale amor, dale amor,
y al que no te saluda, dale amor.
Cristo te necesita para amar, para amar,
Cristo te necesita para amar.
No te importen las razas ni el color del piel,
Ama a todos como hermanos y haz el bien. (bis)
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EL EVANGELIO DE LA PASIÓN
Narrador: La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas.
Cuando llegó la hora para la cena de Pascua, Jesús y los apóstoles se sentaron a la mesa. Jesús les dijo:
Jesús: —¡Cuánto he querido celebrar con ustedes esta cena de Pascua antes de mi muerte! Porque les digo que no la celebraré de nuevo hasta que se cumpla en el reino de Dios.
Narrador: Entonces tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, dijo:
Jesús: —Tomen esto y repártanlo entre ustedes; porque les digo que no volveré a beber del producto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.
Narrador: Después tomó el pan en sus manos y, habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo:
Jesús: —Esto es mi cuerpo, entregado a muerte en favor de ustedes. Hagan esto en memoria de mí.
Narrador: Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo:
Jesús: —Esta copa es la nueva alianza confirmada con mi sangre, la cual es derramada en favor de ustedes. Pero ahora la mano del que me va a traicionar está aquí, con la mía, sobre la mesa. Pues el Hijo del hombre ha de recorrer el camino que se le ha señalado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!
Narrador: Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería el traidor.
Los discípulos tuvieron una discusión sobre cuál de ellos debía ser considerado el más importante. Jesús les dijo:
Jesús: «Entre los paganos, los reyes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y a los jefes se les da el título de benefactores. Pero ustedes no deben ser así. Al contrario, el más importante entre ustedes tiene que hacerse como el más joven, y el que manda tiene que hacerse como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿Acaso no lo es el que se sienta a la mesa? En cambio yo estoy entre ustedes como el que sirve.
»Ustedes han estado siempre conmigo en mis pruebas. Por eso, yo les doy un reino, como mi Padre me lo dio a mí, y ustedes comerán y beberán a mi mesa en mi reino, y se sentarán en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.»
Narrador: Dijo también el Señor:
Jesús: —Simón, Simón, mira que Satanás los ha pedido a ustedes para sacudirlos como si fueran trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes.
Narrador: Simón le dijo:
Pedro: —Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel, y hasta a morir contigo.
Narrador: Jesús le contestó:
Jesús: —Pedro, te digo que hoy mismo, antes que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.
Narrador: Luego Jesús les preguntó:
Jesús: —Cuando los mandé sin dinero ni provisiones ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?
Narrador: Ellos contestaron:
Discípulo: —Nada.
Narrador: Entonces les dijo:
Jesús: —Ahora, en cambio, el que tenga dinero, que lo traiga, y también provisiones; y el que no tenga espada, que venda su abrigo y se compre una. Porque les digo que tiene que cumplirse en mí esto que dicen las Escrituras: “Y fue contado entre los malvados.” Pues todo lo que está escrito de mí, tiene que cumplirse.
Narrador: Ellos dijeron:
Discípulo: —Señor, aquí hay dos espadas.
Narrador: Y él contestó:
Jesús: —Basta ya de hablar.
Narrador: Luego Jesús salió y, según su costumbre, se fue al Monte de los Olivos; y los discípulos lo siguieron. Al llegar al lugar, les dijo:
Jesús: —Oren, para que no caigan en tentación.
Narrador: Se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y se puso de rodillas para orar. Dijo:
Jesús: «Padre, si quieres, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
Narrador: [En esto se le apareció un ángel del cielo, para darle fuerzas. En medio de su gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía a tierra como grandes gotas de sangre.]
Cuando se levantó de la oración, fue a donde estaban los discípulos, y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza. Les dijo:
Jesús: —¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren, para que no caigan en tentación.
Narrador: Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó mucha gente. El que se llamaba Judas, que era uno de los doce discípulos, iba a la cabeza. Éste se acercó a besar a Jesús, pero Jesús le dijo:
Jesús: —Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?
Narrador: Los que estaban con Jesús, al ver lo que pasaba, le preguntaron:
Discípulo: —Señor, ¿atacamos con espada?
Narrador: Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Jesús dijo:
Jesús: —Déjenlos; ya basta.
Narrador: Y le tocó la oreja al criado, y lo sanó. Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos, que habían venido a llevárselo:
Jesús: —¿Por qué han venido ustedes con espadas y con palos, como si yo fuera un bandido? Todos los días he estado con ustedes en el templo, y no trataron de arrestarme. Pero ésta es la hora de ustedes, la hora del poder de las tinieblas.
Narrador: Arrestaron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. Allí, en medio del patio, habían hecho fuego, y se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. En esto, una sirvienta, al verlo sentado junto al fuego, se quedó mirándolo y dijo:
Sirvienta: —También éste estaba con él.
Narrador: Pero Pedro lo negó, diciendo:
Pedro: —Mujer, yo no lo conozco.
Narrador: Poco después, otro lo vio y dijo:
Sirviente 1: —Tú también eres de ellos.
Narrador: Pedro contestó:
b —No, hombre, no lo soy.
Narrador: Como una hora después, otro insistió:
Sirviente 2: —Seguro que éste estaba con él. Además es de Galilea.
Narrador: Pedro dijo:
Pedro: —Hombre, no sé de qué hablas.
Narrador: En ese mismo momento, mientras Pedro aún estaba hablando, cantó un gallo. Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de que el Señor le había dicho:
Jesús: «Hoy, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»
Narrador: Y salió Pedro de allí y lloró amargamente. Los hombres que estaban vigilando a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. Le taparon los ojos, y le preguntaban:
Soldado: —¡Adivina quién te pegó!
Narrador: Y lo insultaban diciéndole muchas otras cosas. Cuando se hizo de día, se reunieron los ancianos de los judíos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, y llevaron a Jesús ante la Junta Suprema. Allí le preguntaron:
Anciano 1: —Dinos, ¿eres tú el Mesías?
Narrador: Él les contestó:
Jesús: —Si les digo que sí, no me van a creer. Y si les hago preguntas, no me van a contestar. Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios todopoderoso.
Narrador: Luego todos le preguntaron:
Anciano 2: —¿Así que tú eres el Hijo de Dios?
Narrador: Jesús les contestó:
Jesús: —Ustedes mismos han dicho que lo soy.
Narrador: Entonces ellos dijeron:
Anciano 1: —¿Qué necesidad tenemos de más testigos?
Anciano 2: —Nosotros mismos lo hemos oído de sus propios labios.
Narrador: Todos de la Junta Suprema se levantaron, y llevaron a Jesús ante Pilato. En su presencia comenzaron a acusarlo, diciendo:
Anciano 1: —Hemos encontrado a este hombre alborotando a nuestra nación.
Anciano 2: —Dice que no debemos pagar impuestos al emperador, y además afirma que él es el Mesías, el Rey.
Narrador: Pilato le preguntó:
Pilato: —¿Eres tú el Rey de los judíos?
Jesús: —Tú lo has dicho—
Narrador: contestó Jesús. Entonces Pilato dijo a los jefes de los sacerdotes y a la gente:
Pilato: —No encuentro en este hombre razón para condenarlo.
Narrador: Pero ellos insistieron con más fuerza:
Anciano 1: —Con sus enseñanzas está alborotando a todo el pueblo.
Anciano 2: —Comenzó en Galilea, y ahora sigue haciéndolo aquí, en Judea.
Narrador: Al oír esto, Pilato preguntó si el hombre era de Galilea. Y al saber que Jesús era de la jurisdicción de Herodes, se lo envió, pues él también se encontraba aquellos días en Jerusalén. Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento, porque durante mucho tiempo había querido verlo, pues había oído hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le contestó nada. También estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que lo acusaban con gran insistencia. Entonces Herodes y sus soldados lo trataron con desprecio, y para burlarse de él lo vistieron con ropas lujosas, como de rey. Luego Herodes lo envió nuevamente a Pilato. Aquel día se hicieron amigos Pilato y Herodes, que antes eran enemigos.
Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo:
Pilato: —Ustedes me trajeron a este hombre, diciendo que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no lo he encontrado culpable de ninguna de las faltas de que lo acusan. Ni tampoco Herodes, puesto que nos lo ha devuelto. Ya ven, no ha hecho nada que merezca la pena de muerte. Lo voy a castigar y después lo dejaré libre.
Narrador: Pero todos juntos comenzaron a gritar:
Pueblo: —¡Fuera con ése! ¡Déjanos libre a Barrabás!
Narrador: A este Barrabás lo habían metido en la cárcel por una rebelión ocurrida en la ciudad, y por un asesinato. Pilato, que quería dejar libre a Jesús, les habló otra vez; pero ellos gritaron más alto:
Pueblo: —¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Narrador: Por tercera vez Pilato les dijo:
Pilato: —Pues ¿qué mal ha hecho? Yo no encuentro en él nada que merezca la pena de muerte. Lo voy a castigar y después lo dejaré libre.
Narrador: Pero ellos insistían a gritos, pidiendo que lo crucificara; y tanto gritaron que consiguieron lo que querían. Pilato decidió hacer lo que le estaban pidiendo; así que dejó libre al hombre que habían escogido, el que estaba en la cárcel por rebelión y asesinato, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Cuando llevaron a Jesús a crucificarlo, echaron mano de un hombre de Cirene llamado Simón, que venía del campo, y lo hicieron cargar con la cruz y llevarla detrás de Jesús. Mucha gente y muchas mujeres que lloraban y gritaban de tristeza por él, lo seguían.
Pero Jesús las miró y les dijo:
Jesús: —Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos. Porque vendrán días en que se dirá: “Dichosas las que no pueden tener hijos, las mujeres que no dieron a luz ni tuvieron hijos que criar.” Entonces comenzará la gente a decir a los montes: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a las colinas: “¡Escóndannos!” Porque si con el árbol verde hacen todo esto, ¿qué no harán con el seco?
Narrador: También llevaban a dos criminales, para crucificarlos junto con Jesús.
(Todos de pie.)
Narrador: Cuando llegaron al sitio llamado La Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. [Jesús dijo:
Jesús: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»]
Narrador: Y los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él, diciendo:
Anciano 1: —Salvó a otros; que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido.
Narrador: Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban y le daban a beber vino agrio, diciéndole:
Soldado: —¡Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!
Narrador: Y había un letrero sobre su cabeza, que decía: «Éste es el Rey de los judíos.» Uno de los criminales que estaban colgados, lo insultaba:
Criminal 1: —¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos también a nosotros!
Narrador: Pero el otro reprendió a su compañero, diciéndole:
Criminal 2: —¿No tienes temor de Dios, tú que estás bajo el mismo castigo? Nosotros estamos sufriendo con toda razón, porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero este hombre no hizo nada malo.
Narrador: Luego añadió:
Criminal 2: —Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.
Narrador: Jesús le contestó:
Jesús: —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Narrador: Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad. El sol dejó de brillar, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Jesús gritó con fuerza y dijo:
Jesús: —¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Narrador: Y al decir esto, murió.
(Se puede guardar silencio.)
Narrador: Cuando el capitán romano vio lo que había pasado, alabó a Dios, diciendo:
Capitán: —De veras, este hombre era inocente.
Narrador: Toda la multitud que estaba presente y que vio lo que había pasado, se fue de allí golpeándose el pecho. Todos los conocidos de Jesús se mantenían a distancia; también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea estaban allí mirando.
Había un hombre bueno y justo llamado José, natural de Arimatea, un pueblo de Judea. Pertenecía a la Junta Suprema de los judíos. Este José, que esperaba el reino de Dios y que no estuvo de acuerdo con lo que la Junta había hecho, fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro excavado en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie. Era el día de la preparación para el sábado, que ya estaba a punto de comenzar.
Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea, fueron y vieron el sepulcro, y se fijaron en cómo habían puesto el cuerpo. Cuando volvieron a casa, prepararon perfumes y ungüentos.
Las mujeres descansaron el sábado, conforme al mandamiento.
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La Paz
La paz del Señor sea siempre con ustedes.
Y con tu espíritu.
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LOS ANUNCIOS
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EL OFERTORIO
Presentemos al Señor con alegría las ofrendas
y oblaciones de nuestra vida y de nuestro trabajo.
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Himno
No hay amor más grande que éste:
Dar la vida por sus amigos.
No greater love is there than this:
To lay down one’s life for one’s friends.
As the Father loves me, so I also love you.
Remain, remain, in my love.
Ustedes son mis amigos si cumplen lo que les mando.
Ya no les diré servidores, les digo amigos.
This is my commandment:
That you love one another as I love you.
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Santa Comunión
El Señor sea con ustedes.
Y con tu espíritu.
Elevemos los corazones.
Los elevamos al Señor.
Demos gracias a Dios nuestro Señor.
Es justo darle gracias y alabanza.
En verdad es digno, justo y saludable, darte gracias, en todo tiempo y lugar, Padre omnipotente, Creador de cielo y tierra.
Por nuestro Señor Jesucristo; Por nuestros pecados fue levantado sobre la cruz, para que pudiera atraer hacia él a todo el mundo; y, por su sufrimiento y muerte , llegó a ser la fuente de salvación eterna para cuantos confían en él.
Por tanto te alabamos, uniendo nuestras voces con los Ángeles y Arcángeles, y con todos los coros celestiales que, proclamando la gloria de tu Nombre, por siempre cantan este himno:
Santo, santo, santo, es el Señor, Dios del universo.
Llenos están, el cielo y la tierra de tu gloria. (2x)
Hosanna en el cielo.(2x)
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo. (2x)
Padre Santo y bondadoso: En tu amor infinito nos hiciste para ti, y cuando caímos en pecado y quedamos esclavos del mal y de la muerte, tú, en tu misericordia, enviaste a Jesucristo, tu Hijo único y eterno, para compartir nuestra naturaleza humana, para vivir y morir como uno de nosotros, y así reconciliarnos contigo, el Dios y Padre de todos. Extendió sus brazos sobre la cruz y se ofreció en obediencia a tu voluntad, un sacrificio perfecto por todo el mundo.
En la noche en que fue entregado al sufrimiento y a la muerte, nuestro Señor Jesucristo tomó pan; y dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, y dijo: "Tomen y coman. Este es mi Cuerpo, entregado por ustedes. Hagan esto como memorial mío".
Después de la cena tomó el cáliz; y dándote gracias, se lo entregó, y dijo: "Beban todos de él. Esta es mi Sangre del nuevo Pacto, sangre derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Siempre que lo beban, háganlo como memorial mío".
Por tanto, proclamamos el misterio de fe:
Cristo ha muerto.
Cristo ha resucitado.
Cristo volverá.
Padre, en este sacrificio de alabanza y acción de gracias, celebramos el memorial de nuestra redención. Recordando su muerte, resurrección y ascención, te ofrecemos estos dones.
Santifícalos con tu Espíritu Santo, y así serán para tu pueblo el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, la santa comida y la santa bebida de la vida nueva en él que no tiene fin. Santifícanos también, para que recibamos fielmente este Santo Sacramento y seamos perseverantes en tu servicio en paz y unidad. Y en el día postrero, llévanos con todos tus santos al gozo de tu reino eterno.
Todo esto te pedimos por tu Hijo Jesucristo.
Por él, y con él y en él, en la unidad del Espíritu Santo, tuyos son el honor y la gloria, Padre omnipotente, ahora y por siempre. Amén.
Oremos como nuestro Salvador Cristo nos enseñó.
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Porque tuyo es el reino,
tuyo es el poder, y tuya es la gloria,
ahora y por siempre.
Amén.
Fracción del Pan
Cristo, nuestra Pascua, se ha sacrificado por nosotros.
Celebremos la fiesta.
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, venid al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Oh Pan celestial, gran Sacramento, te adoro y te alabo en todo momento. Amén.
Cordero de Dios (2x), que quitas el pecado del mundo,
ten piedad (2x), ten piedad (2x), ten piedad (2x),
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios (2x), que quitas el pecado del mundo,
ten piedad (2x), ten piedad (2x), ten piedad (2x),
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios (2x), que quitas el pecado del mundo,
danos (2x), danos (2x), danos (2x), La paz.
Los Dones de Dios para el Pueblo de Dios. Tómenlos en memoria de que Cristo murió por ustedes, y aliméntense de él en sus corazones, por fe y con agradecimiento.
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Himno
Canta lengua jubilosa el misterio del altar,
De la sangre generosa y del cuerpo que es manjar,
Los dio el Rey de las naciones para el mundo rescatar.
De María virgen pura para dársenos nació,
Habitando en nuestro mundo nos habló,
Y su paso entre nosotros en prodigio termino.
En la cena postrimera hasta el fin llevó su amor,
Observando todo el rito que en la Ley se prescribió,
Hizo su cuerpo comida y a los doce se entregó.
Con palabra poderosa el Verbo hijo de Dios,
En su cuerpo y en su sangre pan y vino transformó,
Los sentidos no lo entienden, mas la fe lo recibió.
A tan grande sacramento rindamos adoración
Que en figuras anunciando plenamente se cumplió,
Veneremos el misterio con la fe del corazón.
A Dios Padre soberano y a su Hijo el Señor
Alabanza y gloria eternas e incesante bendición,
Y al Espíritu Divino eternos himnos de amor. Amén.
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Oremos.
Eterno Dios, Padre celestial, en tu bondad nos has aceptado como miembros vivos de tu Hijo, nuestro Salvador Jesucristo; nos has nutrido con alimento espiritual en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. Envíanos ahora en paz al mundo; revístenos de fuerza y de valor para amarte y servirte con alegría y sencillez de corazón; por Cristo nuestro Señor. Amén.
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Solemne Oración sobre el pueblo
Inclinarse profundamente delante del Señor.
Mira con bonad, te suplicamos, Dios omnipotente,
a esta tu familia, por la cual nuestro Señor Jesucristo aceptó ser traicionado
y entregado a manos pecadoras
y sufrir muerte en la cruz;
quien vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
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Himno
Junto al pie de la cruz santa
Que del Hijo el cuerpo aguanta,
Con dolor su Madre está.
¡Oh, Jesús, consuelo y guía,
Ilumina, con María,
Nuestra senda terenal! Amén.
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Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
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